En un mundo que avanza hacia el objetivo net zero, el dilema no es solo cómo reducir emisiones, sino también quién está dispuesto a liderar el cambio. Desde soluciones tecnológicas punteras hasta estructuras portuarias ancladas en el pasado, el contraste entre enfoques industriales nos habla de una realidad muy clara: la sostenibilidad se decide en la acción, no en la intención.
Hoy nos fijamos en dos casos radicalmente distintos: por un lado, SLB Capturi y su despliegue de plantas modulares de captura de carbono en Países Bajos. Por otro, la lucha de Australia por actualizar sus terminales de exportación de carbón, atrapada entre incentivos mal diseñados y barreras financieras. ¿Qué podemos aprender?
𝗣𝗶𝗼𝗻𝗲𝗿𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗽𝘁𝘂𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗿𝗯𝗼𝗻𝗼: 𝗲𝗹 𝗲𝗷𝗲𝗺𝗽𝗹𝗼 𝗱𝗲 𝗦𝗟𝗕 𝗖𝗮𝗽𝘁𝘂𝗿𝗶
SLB, uno de los gigantes de la tecnología energética, ha apostado con decisión por el desarrollo de soluciones de captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS). Su iniciativa SLB Capturi —una joint venture con Aker Carbon Capture— representa una nueva generación de plantas modulares, diseñadas para facilitar su instalación y maximizar su impacto en tiempo récord.
El primer ejemplo tangible es la planta Just Catch instalada en Twence (Países Bajos), una instalación de valorización energética de residuos que ahora captura hasta 100.000 toneladas de CO₂ al año. La clave de este modelo no está solo en la cantidad capturada, sino en su escalabilidad: con un diseño estándar y modular, se minimizan los costes y los plazos de instalación, permitiendo replicar la solución en múltiples industrias.
SLB Capturi está desarrollando siete plantas similares en sectores como el bioenergético, cementero y gestión de residuos. Pero, además de capturar carbono, ya ha definido usos para él: desde su aplicación en el sector hortícola hasta la industria alimentaria y de bebidas.
El mensaje es claro: la captura de carbono ya no es un concepto futurista, sino una herramienta industrial madura y operativa.
𝗜𝗻𝗳𝗿𝗮𝗲𝘀𝘁𝗿𝘂𝗰𝘁𝘂𝗿𝗮 𝗼𝗯𝘀𝗼𝗹𝗲𝘁𝗮: 𝗲𝗹 𝗹𝗮𝘀𝘁𝗿𝗲 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝘂𝗲𝗿𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗿𝗯𝗼́𝗻 𝗲𝗻 𝗔𝘂𝘀𝘁𝗿𝗮𝗹𝗶𝗮
Mientras en Europa se invierte en tecnología para transformar las emisiones, Australia se enfrenta a los límites estructurales de su modelo energético tradicional. Con nueve terminales de carbón a lo largo de las costas de Nueva Gales del Sur y Queensland, el país exporta unos 352 millones de toneladas anuales… pero con una eficiencia muy por debajo de lo deseable.
Actualmente, los puertos operan al 65% de su capacidad, lo que genera desperdicio de recursos, sobrecostes por tonelada y, por supuesto, más emisiones. Tres de estos puertos —PKCT, QBH y WICET— están tan infrautilizados que su cierre permitiría aumentar la eficiencia del sistema al 70% eliminando capacidad redundante.
Además, las terminales luchan con problemas financieros derivados de la fuga de operadores, quiebras y presiones para cambiar el modelo energético. El intento de reconvertir parte del sistema hacia el hidrógeno verde se ha topado con muros: costes altísimos, ausencia de incentivos y trabas logísticas.
Incluso propuestas tan sencillas como reemplazar el diésel en los trenes de transporte de carbón se ven frenadas por mecanismos como el Diesel Fuel Rebate Scheme, que subsidia el uso del diésel en grandes operaciones mineras.
𝗜𝗻𝗴𝗲𝗻𝗶𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝗲𝗻 𝗰𝗹𝗮𝘃𝗲 𝗱𝗲 𝘁𝗿𝗮𝗻𝘀𝗶𝗰𝗶𝗼́𝗻
Comparar ambos modelos nos obliga a mirar más allá de las cifras. Lo que diferencia a SLB Capturi de los puertos australianos no es solo el acceso a tecnología o a financiación. Es una decisión estratégica: apostar por soluciones con visión de futuro, incluso si requieren transformar procesos, infraestructuras y modelos de negocio.
Australia, con su enorme potencial energético y logístico, podría liderar también en sostenibilidad. Pero para hacerlo, necesita una hoja de ruta realista, incentivos alineados con el clima y un enfoque decidido hacia la innovación.
𝗟𝗮𝘀 𝗹𝗲𝗰𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗲𝗹 𝘀𝗲𝗰𝘁𝗼𝗿 𝗲𝗻𝗲𝗿𝗴𝗲́𝘁𝗶𝗰𝗼
- Escalabilidad real: La tecnología de captura modular permite que sectores distintos puedan integrar soluciones sin reconstruir sus infraestructuras.
- Colaboración efectiva: El caso SLB-Twence demuestra el poder de alianzas industriales con objetivos comunes.
- Costes y rapidez: Estándares modulares y diseños predefinidos permiten acelerar la implementación y reducir la inversión inicial.
- Rentabilidad climática: No solo se captura CO₂, sino que se reutiliza, generando valor añadido.
- Evitar el estancamiento: Las barreras logísticas o legislativas no pueden frenar decisiones estratégicas si se quiere avanzar hacia un modelo sostenible.
Mientras algunos territorios apuestan por el mantenimiento de estructuras obsoletas, otros eligen innovar. La reducción de emisiones no es un reto exclusivamente técnico: es una cuestión de liderazgo, planificación y visión industrial.
La captura de carbono ya está aquí, y si queremos acelerar la transición energética global, necesitamos más iniciativas como SLB Capturi… y menos anclas que impidan avanzar.
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