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Si eres ingeniero y llevas años siguiendo el sector energético, seguramente te haya pasado esto: durante mucho tiempo, la energía nuclear parecía un tema incómodo. No desapareció, pero dejó de estar en el centro de la conversación. Renovables, hidrógeno, almacenamiento, redes inteligentes… todo giraba en torno a eso.

Y sin embargo, aquí estamos. En 2026, la nuclear vuelve a aparecer con fuerza en planes energéticos, en proyectos reales y en decisiones estratégicas. No como un recuerdo del pasado, sino como una solución que muchos países vuelven a considerar imprescindible.

La pregunta es clara:
¿qué ha cambiado para que esto esté ocurriendo ahora?

Un contexto que aprieta… y mucho

 

Empecemos por lo básico. La demanda eléctrica no deja de crecer. Transporte, industria, digitalización, centros de datos, inteligencia artificial… todo se electrifica. Y lo hace a un ritmo que no siempre somos capaces de absorber solo con tecnologías intermitentes.

Aquí es donde muchos ingenieros empiezan a hacerse la misma pregunta:
¿de dónde sacamos energía firme, estable y baja en emisiones?

La nuclear vuelve a entrar en escena precisamente por eso. No porque sea nueva, sino porque resuelve un problema técnico muy concreto: generar grandes cantidades de electricidad de forma continua y con una huella de carbono muy baja.

 

Los números ya no son una opinión

 

Cuando miramos los datos actuales, el mensaje es bastante claro. A día de hoy hay más de 400 reactores nucleares operando en el mundo y generan una parte muy relevante de la electricidad baja en carbono global.

Pero lo interesante no es solo cuántos reactores hay, sino cómo están funcionando. El factor de capacidad medio supera el 83 %. Para cualquier ingeniero energético, esta cifra dice mucho: hablamos de instalaciones altamente fiables, con operación optimizada y mejoras continuas en mantenimiento y seguridad.

Estados Unidos sigue liderando en producción total, pero China avanza a un ritmo difícil de ignorar. Europa, por su parte, muestra dos caras: países como Francia, Eslovaquia o Finlandia mantienen una fuerte apuesta nuclear, mientras otros empiezan a replantearse decisiones pasadas.

 

Construir más… pero no en los mismos sitios

 

Otro punto interesante es dónde se está construyendo nuclear hoy. Hay más de 60 reactores en construcción en todo el mundo, pero la geografía ha cambiado.

Asia concentra gran parte del crecimiento. China, India y Rusia lideran nuevos proyectos. África empieza a entrar en juego con países como Egipto. Bangladesh construye sus primeros reactores. Turquía avanza con su programa.

Mientras tanto, en Occidente vemos un enfoque más prudente, pero también un giro: extensión de vida útil, nuevos proyectos puntuales y, sobre todo, interés renovado por tecnologías más flexibles.

Y aquí entran en juego los SMR.

 

SMR: cuando la nuclear cambia de escala

 

Si trabajas en ingeniería, entenderás rápido por qué los Small Modular Reactors están generando tanto interés. No es solo una cuestión de tamaño, es una cuestión de enfoque.

Menor potencia, fabricación modular, plazos más cortos, inversión inicial más contenida. Y, sobre todo, una flexibilidad que la nuclear tradicional no tenía.

Los SMR permiten pensar la nuclear de otra forma:

– Como apoyo a redes pequeñas
– Como fuente de energía para industria intensiva
– Como solución para ubicaciones remotas
– Como respaldo firme para renovables

No es casualidad que empiecen a aparecer en conversaciones sobre centros de datos o procesos industriales que necesitan suministro continuo.

La nuclear ya no es solo electricidad

 

Otro cambio interesante, y del que se habla poco, es el uso no eléctrico de la nuclear. Calefacción urbana, procesos industriales, desalación… Aquí hay un campo enorme para la ingeniería térmica y de procesos.

China y Rusia están liderando estas aplicaciones, demostrando que la nuclear puede integrarse en sistemas energéticos más amplios, no solo como generador eléctrico, sino como proveedor de calor estable y controlable.

 

El dinero también ha vuelto

 

Cuando una tecnología vuelve a atraer inversión, algo está pasando. Y la nuclear está volviendo al radar financiero, tanto público como privado.

Extensión de vida de reactores, nuevos proyectos, SMR, uranio, servicios asociados… todo esto genera oportunidades para ingenierías, fabricantes, operadores y empresas de servicios energéticos.

Además, el crecimiento de la demanda eléctrica vinculada a la digitalización y a la inteligencia artificial está reabriendo debates que parecían cerrados. ¿Cómo alimentamos de forma limpia y fiable infraestructuras críticas durante décadas?

 

Los retos siguen ahí (y no conviene ignorarlos)

 

Nada de esto significa que la nuclear no tenga problemas. Los ingenieros lo sabemos bien.

Regulación compleja, licencias largas, costes iniciales elevados, gestión de residuos, aceptación social… Todo esto sigue siendo parte del debate. Y algunas tecnologías avanzadas todavía no han demostrado viabilidad comercial real.

La diferencia ahora es que el contexto ha cambiado. Ya no se discute si la nuclear es perfecta, sino si podemos permitirnos prescindir de ella en determinados escenarios.

 

Asia toma la delantera

 

Un dato resume bien el momento actual: China está en camino de superar a Estados Unidos en capacidad nuclear alrededor de 2026. Junto a India y Rusia, concentra la mayoría de los proyectos en marcha y planificados.

Esto no es solo energía. Es industria, tecnología, cadena de suministro y poder geopolítico. La nuclear vuelve a ser una pieza estratégica a escala global.

 

Mirando a 2026 como ingenieros

La energía nuclear no vuelve por nostalgia. Vuelve porque resuelve problemas reales en un sistema energético cada vez más exigente.

Para los ingenieros, esto significa retos técnicos, nuevas oportunidades y una responsabilidad clara: diseñar, operar y mejorar una tecnología que vuelve a ser clave para el equilibrio energético global.

La pregunta ya no es si la nuclear tiene futuro.
La pregunta es cómo vamos a integrarla de forma inteligente en el sistema que estamos construyendo.

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